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J. Pascual |
Me enredo en tu cuerpo sin llegar a perderme, y tus manos me queman cual fuego detestable. Quiero abrazarte y no puedo, quiero amarte y te me escapas, pero nunca estás lejos. Te siento en noches, en días, en sueños, en calma, y aunque pareces irte las llamas nunca te dejan.
Soledad imparable en madrugadas muertas, que susurran te quieros seguidores del viento, que te buscan inquietos sin llegar a encontrarte, y regresan heridos a mi boca y mi pecho. Huyes, vuelves, me llamas, me olvidas, pero siempre somos dos.
Vivirás siempre en mí, llenando de calor el doloroso invierno, ahogando en las pavesas los pensamientos rotos que dejaste y guardo. Recordarás los besos que en el cajón perdiste, y anhelarás los labios que aquellos días te besaron.
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