domingo, 16 de septiembre de 2012

La luz

J. Pascual

Encerrada en un desván lleno de objetos inservibles creí ver una luz radiante, casi cegadora, pero dulce, amigable, paciente y comprensiva. Prácticamente sublime, tanto que, pensé que no había nada mejor. Prometía compañía, amistad incondicional, y a cada momento, aun pareciendo imposible iba creciendo como los brotes de un árbol. La tristeza había acabado. Ya estaba en mi vida, y yo en sus manos. 

Confié en ella ciegamente, la llené de buenas palabras, de abrazos sinceros, de sonrisas, de espíritu renovado... Hasta parecía feliz. Permanecía a mi lado. Caminamos, tropezamos, nos herimos, nos curamos, a veces reímos, incluso lloramos, pero siempre juntas.

Hoy esa luz se ha apagado y, lejos de dejarme a oscuras ha dado paso a la claridad de la que ella misma se disfrazó aquel día, la que me hizo creer que era única, sincera y leal. Ahora sé que no, y no sabe cuánto me alegro.

Gracias.

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